Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios, Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»Palabra del Señor.

El Reino que ya está:
A veces pensamos que el Reino de Dios es un acontecimiento futuro, un momento que todavía no ha llegado. Sin embargo, Jesús nos recuerda que el Reino ya está entre nosotros, escondido en lo cotidiano. Está en la sonrisa del niño que corre por el atrio, en la mano que ayuda sin esperar, en el silencio de quien reza mientras limpia los bancos del templo. No es algo que vendrá con fanfarrias, sino algo que ya sucede cuando actuamos con amor.
En el trabajo parroquial, solemos esperar grandes cambios: una renovación pastoral, un grupo que crezca, una misión que toque corazones. Pero el Reino ya se está dando cuando acompañamos con paciencia, cuando preparamos una reunión con cariño o cuando visitamos a un enfermo sin esperar agradecimientos. Dios no se manifiesta solo en los milagros visibles, sino en la fidelidad de cada día.
El peligro de correr detrás de lo espectacular:
Jesús advierte: “No vayan detrás de los que digan: está aquí o está allá”. En tiempos de ruido y redes sociales, esa advertencia parece escrita para hoy. Muchos buscan experiencias fuertes, emociones intensas, apariciones o mensajes especiales. Pero el Reino no necesita escenografía. Se revela en lo sencillo: en el pan compartido, en la escucha atenta, en la palabra que consuela.
También dentro de los movimientos apostólicos, a veces caemos en la tentación de medir la fe por el número de asistentes o la magnitud del evento. Pero la verdadera presencia de Dios no depende del tamaño de la multitud, sino del fuego interior con que se sirve. Un pequeño grupo orando con humildad puede estar más cerca del Reino que un auditorio lleno de ruido y luces.
El sufrimiento como paso, no como final:
Jesús dice que antes debe padecer y ser rechazado. Es una frase dura, pero necesaria. En la vida pastoral también hay momentos en que nos sentimos incomprendidos, cansados o criticados. Lo importante es no detenerse ahí. El dolor no tiene la última palabra; es un paso que purifica y fortalece.
Cuando un catequista persevera aunque no todos los niños asistan, cuando un líder de grupo continúa sirviendo a pesar del cansancio, o cuando alguien sostiene su fe aunque no vea resultados, ahí también brilla el Reino. Jesús no prometió una vida fácil, sino una vida con sentido.
Vivir con mirada de Reino:
Creer que el Reino está entre nosotros cambia la manera de ver la realidad. Ya no trabajamos por costumbre, sino con esperanza. Cada tarea en la parroquia, por pequeña que parezca, se convierte en una oportunidad para sembrar amor. En la comunidad, cada gesto de perdón o de servicio tiene un valor eterno.
Jesús nos invita a abrir los ojos. No se trata de esperar un cielo distante, sino de descubrir a Dios actuando en lo que hacemos ahora. El Reino no está lejos: está en el vecino que ayuda, en la anciana que reza, en el joven que se entrega. Ahí comienza la eternidad.
Meditación Diaria: El Reino de Dios no es un lugar lejano ni un acontecimiento futuro. Está aquí, en lo que vivimos con amor y en la entrega sencilla del día a día. Jesús nos enseña a reconocerlo en lo pequeño: en la paciencia, la ternura y la fe compartida. No hace falta buscar señales espectaculares; basta abrir el corazón para ver a Dios actuando. Hoy podemos hacer presente su Reino donde estemos: en casa, en el trabajo, en la parroquia o en la calle. Que esta jornada sea una oportunidad para sembrar paz y alegría, recordando que cada gesto de bien es una semilla del Reino que crece silenciosamente entre nosotros.