Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-46):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»
Palabra del Señor.

Cuando algo vale más que todo lo demás:
Todos, en algún momento, hemos encontrado algo que nos ha cambiado la vida. A veces es una persona, a veces un llamado, a veces una convicción que brota en lo más íntimo y nos hace ver todo de otra manera. Así son los verdaderos encuentros con Jesús. No se olvidan. No se explican del todo. Pero te invitan a cambiar prioridades sin que sientas que estás perdiendo, sino que estás ganando el todo.
Jesús no nos habla de un tesoro cualquiera ni de una perla decorativa. Nos habla de algo que, al descubrirlo, te obliga a tomar decisiones. Y eso incomoda. Porque cambiar cuesta. Pero cuando lo que se gana es tan inmenso, el desprendimiento deja de doler.
El Reino no se explica, se descubre:
Hablar del Reino no es repartir teorías o frases bonitas. Es vivir de tal forma que los demás noten que uno encontró algo distinto. En la parroquia, esto se nota cuando el servicio no se hace por rutina, sino con alegría. Cuando una catequista no solo enseña, sino que ora por sus niños. Cuando un ministro extraordinario no solo lleva la comunión, sino que lleva también consuelo y escucha. Cuando el equipo de liturgia no improvisa, sino que prepara todo como quien sabe que algo grande va a suceder.
El Reino no se predica solo con palabras, sino con coherencia. Y cuando lo vivimos de verdad, se convierte en esa perla preciosa que queremos compartir sin miedo a perderla.
Vender todo no es perder, es invertir:
A veces pensamos que seguir a Jesús es renunciar, y sí, pero no en el sentido de pérdida. Es como quien cambia una vieja bicicleta por un automóvil. Como quien cambia una casa en ruinas por una que le dará seguridad a su familia. Cuando alguien decide comprometerse más en un movimiento apostólico, o cuando un joven deja atrás ciertas compañías para cuidar su vocación, no está perdiendo. Está vendiendo lo que lo detenía para abrazar algo más grande.
Cada decisión por el Reino es una inversión en vida, en plenitud, en alegría verdadera. Pero requiere fe, y también valor.
El tesoro se encuentra en lo cotidiano:
No siempre hay que mirar lejos. A veces el tesoro está en la paciencia con que un padre escucha a su hijo. En la manera en que una señora del grupo de oración prepara café después de la misa. En el gesto callado del que acomoda las bancas o cuida el templo. El Reino no está escondido porque Dios lo oculte, sino porque a veces no miramos con atención.
Jesús insiste: el que busca, encuentra. El que mira con fe, descubre la perla que está justo ahí, entre lo común y lo sencillo. Es cuestión de mirar distinto.
Cuando todo cambia por dentro:
Lo más hermoso del Evangelio de hoy es que muestra que, cuando se encuentra el tesoro, hay alegría. No hay duda, no hay quejas. Solo alegría. Y ese es un signo claro de que se ha encontrado lo verdadero.
En nuestras comunidades, necesitamos más personas que vivan su fe con esa alegría. No con cara de sacrificio forzado, sino con el gozo de quien sabe que todo tiene sentido. Que servir vale la pena. Que perdonar libera. Que anunciar a Jesús no es una carga, sino un privilegio.
Meditación Diaria: Hoy, Jesús nos recuerda que el Reino de los cielos no es un premio lejano, sino un tesoro disponible, aquí y ahora. Basta con mirar con los ojos del alma, y atrevernos a invertir nuestra vida en lo que realmente vale. En el trabajo pastoral, en los grupos parroquiales, en los detalles cotidianos, el Reino se manifiesta como una perla escondida. Solo hace falta un corazón dispuesto a buscar, y el valor para vender todo lo que nos impide abrazarlo por completo. Que esta jornada sea una oportunidad para redescubrir lo esencial y caminar con alegría hacia lo que de verdad llena el corazón.