San Juan XXIII: El Papa Bueno que transformó la Iglesia

San Juan XXIII: El Papa Bueno que transformó la Iglesia

San Juan XXIII, el Papa Bueno, es recordado cada 11 de octubre por su humildad y visión profética. Conoce su biografía, pontificado, la convocatoria del Concilio Vaticano II, sus encíclicas Mater et Magistra y Pacem in Terris, su muerte el 3 de junio de 1963, y su canonización en 2014. Un legado de paz, diálogo y cercanía.

San Juan XXIII: el “Papa Bueno” que marcó un antes y un después en la Iglesia:

Cada 11 de octubre, la Iglesia Católica celebra la memoria litúrgica de San Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli), conocido popularmente como el “Papa Bueno”. Esa fecha coincide con la apertura del Concilio Vaticano II, una de las iniciativas más trascendentales de su pontificado. Este santo es recordado por su humildad, espíritu de diálogo y apertura a los tiempos modernos.

Orígenes y formación:

Angelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, un pequeño pueblo en la provincia de Bérgamo, al norte de Italia. Fue hijo de agricultores humildes: su padre era jornalero y su madre trabajadora de la casa. Esa realidad rural lo marcó con una sensibilidad hacia las vidas sencillas y los más necesitados.

Ingresó al seminario local desde joven y fue ordenado sacerdote en 1904. Posteriormente se formó en historia de la Iglesia, derecho canónico y diplomacia eclesiástica. Su intelecto equilibrado, su moderación en el hablar y su cercanía pastoral comenzaron a abrir puertas para que su ministerio fuera mayormente reconocido en la Iglesia universal.

Durante la Primera Guerra Mundial, Roncalli prestó servicio en el ejército como capellán y atendió espiritual y prácticamente a soldados en hospitales de campaña. Esa experiencia de sufrimiento, muerte, consuelo y estar cerca del dolor humano fortaleció su perfil de pastor cercano.

Servicio diplomático y experiencias interreligiosas:

Tras la guerra, Roncalli entró al servicio de la diplomacia de la Santa Sede. Fue nombrado visitador apostólico en Bulgaria, donde conoció el mundo ortodoxo del este europeo. Luego fue delegado apostólico en Turquía y Grecia, zonas de convivencia entre cristianos, musulmanes y ortodoxos. En esos roles vivió de cerca tensiones religiosas, disputas políticas y la necesidad del diálogo interconfesional.

Durante ese período, se le asignó también ser nuncio apostólico en Francia. En ese país vivió los cambios sociales de la postguerra, las crisis políticas y el alejamiento de muchos católicos de la vida eclesial. En esa tierra su carácter conciliador, su disposición a escuchar y conversar con intelectualidad generaron respeto incluso fuera del ámbito católico.

En 1953, el Papa Pío XII lo nombró patriarca de Venecia y cardenal. En Venecia su labor pastoral se destacó por su cercanía al pueblo, su modestia y su espíritu caritativo: visitaba comunidades, hospitales, la gente más sencilla. No se quedó encerrado en palacios episcopales.

Su elección papal y el inicio de su papado:

El 28 de octubre de 1958, tras la muerte de Pío XII, el cónclave eligió a Roncalli como pontífice. Tenía 77 años, lo que hacía pensar que sería un papa de transición. Pero lo que vino superó cualquier expectativa moderada: adoptó el nombre de Juan XXIII y asumió un estilo que combinaba solemnidad doctrinal con calidez humana.

Desde el principio se ganó la simpatía del pueblo: sonrisas, gestos espontáneos, acceso directo, audiencias “populares”. Quienes lo veían notaban su sencillez, su cercanía, y un deseo genuino por “hablar con el mundo”, no aislarse.

La gran decisión: convocar el Concilio Vaticano II:

Una de sus decisiones más audaces fue anunciar, el 25 de enero de 1959, la convocatoria de un concilio ecuménico. El documento conciliar se abrió oficialmente el 11 de octubre de 1962. Con esta decisión, Juan XXIII buscaba un “aggiornamento” (actualización) de la Iglesia: que la Iglesia no permaneciera rígida frente a los cambios del mundo moderno, sino que se renovara, dialogara y caminara con los hombres y mujeres de su tiempo.

El Concilio trató temas de gran calado: la reforma litúrgica (hacer la misa más accesible mediante las lenguas vernáculas), la colegialidad (la participación de los obispos), el ecumenismo (diálogo con otras confesiones cristianas), la libertad religiosa, el papel de los laicos, la relación entre la Iglesia y el mundo moderno.

Aunque Juan XXIII no llegó a ver todas las conclusiones (murió en 1963), su papado inspiró las bases del concilio, su espíritu moderador y su impulso de renovación influyeron fuertemente en las sesiones posteriores.

Encíclicas y enseñanzas clave:

Durante su pontificado publicó documentos esenciales:

  • Mater et Magistra (1961): aborda el desarrollo social, la justicia social, la necesidad de que los países más ricos ayuden a los más pobres. Es un desarrollo importante del magisterio social católico.
  • Pacem in Terris (1963): dirigido no solo a los creyentes, sino “a todos los hombres de buena voluntad”. En plena tensión de la Guerra Fría, llamó a la paz, a los derechos humanos universales, habló contra el uso irresponsable de armas nucleares, abogó por la dignidad de cada persona. Esta encíclica tuvo impacto más allá del mundo católico.

Estas enseñanzas muestran que Juan XXIII no solo fue un pastor piadoso, sino un pensador social y un puente entre fe, cultura y justicia.

Enfermedad, muerte y despedida:

Durante los años del Concilio, su salud empezó a debilitarse. En 1962 se le diagnosticó cáncer de estómago. Aun con dolor y creciente fragilidad, continuó impulsando la obra del Concilio. Finalmente, el 3 de junio de 1963, falleció en el Vaticano. Su muerte causó conmoción mundial: miles de fieles se acercaron a las puertas del Vaticano, multitudes en Italia y en otros países vivieron momentos de duelo religioso y civil.

El Papa Paulo VI presidió sus funerales con características solemnes. El cuerpo fue colocado en la Basílica de San Pedro y más tarde trasladado a su tierra natal, Sotto il Monte.

Beatificación, canonización y culto:

El camino a su santidad fue relativamente rápido. El 3 de septiembre de 2000, el papa Juan Pablo II lo beatificó, reconociendo su vida de virtud heroica. En esa ceremonia también se beatificaron a otros papas como Pío IX.

Después de analizar un segundo milagro atribuido a su intercesión, fue canonizado el 27 de abril de 2014 por el papa Francisco, en una ceremonia solemne en la Plaza de San Pedro, junto con Juan Pablo II. Desde entonces la Iglesia lo venera como San Juan XXIII, y su memoria litúrgica se celebra cada 11 de octubre.

Legado vivo y significación contemporánea:

San Juan XXIII dejó al mundo un legado de:

  • Diálogo y apertura: no temió acercarse al mundo moderno, al pluralismo cultural y al diálogo con otras confesiones: su espíritu ecuménico marcó el rumbo del Concilio.
  • Renovación litúrgica: la misa en lenguas locales, el mayor papel de los fieles, una liturgia accesible al pueblo.
  • Doctrina social enriquecida: con su encíclica sobre la paz y su visión de la justicia como camino preferencial para los más débiles.
  • Humanismo cristiano: su cercanía, su sonrisa, su espontaneidad con todos sin perder dignidad.
  • Modelo de reforma amable: no impuso cambios violentamente, sino que acompañó procesos, escuchó y construyó consenso.

Hoy muchas comunidades recuerdan su figura para subrayar que la Iglesia no es un museo estático, sino caminante. Su apelativo como “Papa bueno” no fue un slogan: provino del cariño espontáneo del pueblo. Cada vez que se abre una ventana —física o simbólica— al diálogo, al servicio, a la paz, Jesús y Juan XXIII parecen conversar juntos.