La decisión de evitar Halloween nos invita a reflexionar sobre lo que significa vivir en la luz de Cristo. En un mundo donde la oscuridad a menudo se disfraza de entretenimiento, somos llamados a ser ejemplos de paz, amor y autenticidad. Al decir “no” a una celebración que no representa nuestros valores, también estamos diciendo “sí” a una vida más plena y coherente con el Evangelio. Esta elección, aunque pueda parecer pequeña, fortalece nuestra fe y nos motiva a buscar alternativas que reflejen nuestro compromiso cristiano. Hoy, tomemos un momento para considerar cómo podemos ser luz en nuestras familias, nuestras parroquias y en cada espacio que habitamos, recordando siempre que nuestro ejemplo es una de las maneras más hermosas de evangelizar y de llevar a otros a la paz y el amor de Dios.

Entendiendo las raíces de Halloween:
Halloween es una celebración que, aunque ha evolucionado con el tiempo, conserva símbolos y prácticas que no siempre son coherentes con los valores de la fe cristiana. Aunque originalmente Halloween se relacionaba con la víspera de Todos los Santos, la celebración se ha desviado hacia elementos de terror, la oscuridad y lo sobrenatural, los cuales pueden sembrar confusión, especialmente en los jóvenes. Este trasfondo histórico, junto con su adaptación moderna, nos invita a reflexionar si participar en ella refuerza nuestros valores o si, por el contrario, los debilita.
La llamada a ser luz en el mundo:
Como cristianos, estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas. Cuando el mundo promueve elementos que pueden generar miedo o incluso glorificar la oscuridad, somos invitados a elevarnos y a reflejar la luz de Cristo en cada aspecto de nuestra vida. Evitar Halloween no es una declaración contra los demás, sino un compromiso de mantenernos en lo que creemos y en los valores que nos guían, como la paz, la caridad y la bondad. Ser luz es una misión que empieza en la familia, pero que también se extiende a la comunidad y al trabajo en nuestra parroquia.
Alternativas para vivir nuestra fe en comunidad:
En vez de participar en Halloween, muchos cristianos eligen alternativas que celebran la vida y los ejemplos de fe, como la fiesta de Todos los Santos. A través de actividades como el Festival de la Luz o fiestas donde los niños pueden vestirse como santos o personajes bíblicos, encontramos una manera de enseñar a los pequeños sobre los héroes de nuestra fe y la importancia de la santidad. Estas celebraciones permiten que nuestras familias vivan una experiencia de alegría y formación, además de fortalecer lazos entre los miembros de la comunidad.
Formación y diálogo en el hogar:
La familia cristiana es el primer espacio donde los hijos aprenden sobre los valores que guiarán sus decisiones. Los padres pueden aprovechar estas fechas para dialogar con sus hijos sobre el significado de Halloween y por qué han decidido no celebrarlo. Este diálogo, hecho desde el amor y la claridad, no solo contribuye a la formación espiritual de los hijos, sino que fortalece la relación familiar. Los padres tienen la oportunidad de enseñarles a sus hijos que sus decisiones son reflejo de la fe y de un compromiso sincero de vivir en la luz.
Testimonio de coherencia cristiana:
Evitar Halloween también representa una oportunidad para dar testimonio. La coherencia es un testimonio en sí misma, pues muestra que la fe guía nuestras decisiones, tanto en los momentos cotidianos como en los especiales. No se trata de rechazar a quienes eligen celebrarlo, sino de manifestar, con respeto, nuestras convicciones. Este testimonio de coherencia inspira a otros y fortalece nuestra propia fe, ya que nos recuerda la importancia de vivir alineados con los valores del Evangelio. Nuestra luz es un mensaje que podemos transmitir sin palabras, simplemente mediante nuestras acciones.
Comunidad y movimientos apostólicos:
Los movimientos apostólicos y la vida parroquial pueden también reforzar esta enseñanza a través de actividades en las que los niños y jóvenes experimenten una vivencia espiritual profunda, creativa y alegre. Estas iniciativas no solo refuerzan el sentido de pertenencia a la Iglesia, sino que les ofrecen una alternativa sana y enriquecedora. A través de estas actividades, la parroquia y los movimientos se convierten en puntos de encuentro donde se celebra la vida y la fe, invitando a los jóvenes a construir una comunidad donde la luz de Cristo brille con fuerza y claridad.