Viviendo el Evangelio: Amor, Servicio y Comunidad

Viviendo el Evangelio: Amor, Servicio y Comunidad

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,13-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

La lectura del evangelio según san Juan nos brinda una perspectiva profunda sobre la misión del Hijo del hombre en este mundo. No vino para condenar, sino para salvar. Este mensaje es especialmente relevante en nuestra vida cotidiana, donde a menudo nos encontramos juzgando a los demás y a nosotros mismos.

En la parroquia, este mensaje nos invita a ser más acogedores y menos críticos. A menudo, las personas llegan a la iglesia buscando refugio, amor y comprensión. Si aplicamos el mensaje de no condenar sino salvar, podemos transformar nuestra parroquia en un verdadero santuario de paz y amor.

En los movimientos apostólicos, este mensaje nos recuerda que nuestra misión es llevar la palabra de Dios a los demás, no para juzgarlos, sino para ofrecerles una nueva vida en Cristo. Al igual que Moisés elevó la serpiente en el desierto para sanar a los israelitas, debemos elevar el mensaje de Cristo para sanar las almas heridas en el mundo de hoy.

La vida eterna que Jesús ofrece no es solo un concepto abstracto, sino una calidad de vida que comienza aquí y ahora. Se trata de vivir en el amor, la compasión y la justicia, valores que deben ser la base de todas nuestras acciones, tanto en la parroquia como en la sociedad en general.

También es crucial recordar que Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único. Este amor incondicional debe ser el modelo para nuestras propias vidas. Debemos amar sin esperar nada a cambio, y extender este amor a todos los que nos rodean, sin importar su origen, religión o estatus social.

En resumen, el mensaje del evangelio es una llamada a vivir una vida de amor, compasión y justicia, y a llevar estos valores a nuestra parroquia y movimientos apostólicos. Es una invitación a dejar de lado el juicio y la condena, y a abrazar el amor y la salvación que Dios ofrece a través de su Hijo.