Todo en la vida tiene su tiempo. Tiempo para nacer. Tiempo para crecer. Tiempo para aprender. Tiempo para desarrollarse. Tiempo para madurar y reflexionar. Tiempo para actuar. Todos estos tiempos son importantes y se deben asumir y realizar: con calma, sin pausa y sucesivamente. “No por mucho madrugar, amanece más temprano”.

No todos estamos en el mismo tiempo y a la misma vez. Cada uno debe descubrir en que tiempo está y que nos pide y exige Dios. Dios es justo y misericordioso. Nos mira y conoce perfectamente. Tampoco nos exige más de lo que podemos dar.
Creo que es tiempo de actuar, pero desde la perspectiva en que cada uno se encuentre. Miremos nuestro interior y nuestro ambiente. No nos precipitemos, pero caminemos hacia la meta que deseamos alcanzar, dando los pasos con calma, sin pausas y sucesivamente. No busquemos frutos inmediatos. Estos se producirán en la medida de la gracia de Dios, de nuestros esfuerzos, de los recursos y de muchos otros factores. “Calma piojo, que el peine llega”.
La gracia de Dios, la calma, la paciencia y la buena voluntad nos ayudarán a superar las dificultades que se nos presentarán en el camino. Mantengamos siempre la mirada fija en la meta y procuremos no desviarnos ni a la derecha, ni a la izquierda. Adelante, siempre adelante. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá detenernos? La fe, la gracia, la esperanza y la fuerza de Dios son determinantes y garantes de frutos. Dios no nos defraudará.
¡Adelante, soldados, adelante! ¡Pronto llegaremos!