Virreinato de José en Egipto

Virreinato de José en Egipto

José recorrió todo Egipto. La tierra produjo muchísimo durante los siete años de abundancia y él recogió todo el trigo sobrante en los graneros oficiales y era tanto que dejó de medirlo. José tuvo dos hijos: Manasés y Efraín. Pasados los siete años de abundancia y vinieron los años de escasez. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto. Las gentes iban al Faraón a pedirle trigo y éste les decía: “Vayan donde José”. José abrió los graneros para repartir el trigo y venían de todos los países a Egipto para comprarle.

Supo Jacob que en Egipto había trigo y envió a sus hijos a conseguirlo porque en la tierra de Canaam había mucha hambre. Fueron los diez mayores, pues a Benjamín, el menor, no lo dejo ir por temor a que le sucediera algún mal. Cuando sus hermanos Llegaron delante de él, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente, y José los reconoció y recordó entonces el sueño de los montones de trigo… pero hizo que no los reconocía y les dijo en forma brusca: “Ustedes son espías que vienen a averiguar por dónde pueden atacar a nuestro país”.

Ellos contestaron: “Nosotros no somos espías. Somos gente de paz. Vivimos en Canaam con nuestro padre. Somos doce hermanos. El hermano menor se quedó con nuestro padre y el otro ya no existe”. José los mandó echar a la cárcel por tres días y luego los soltó y les dijo: “Yo también amo a Dios. Uno de ustedes se quedará en la cárcel mientras los demás llevarán el trigo a sus familias. Y cuando vuelvan me traen a su hermano menor. Si no lo traen morirán”. Ellos decían: “Esto nos sucede por habernos portado mal con nuestro hermano cuando lo vendimos sin hacerle caso a sus ruegos de que le tuviéramos compasión. Por eso ahora nos sucede esta aflicción”. Ellos no sabían que José les entendía. Ordenó que se quedara Simeón y mandó a los obreros que en el costal de trigo de cada uno le echara el dinero que había pagado. Y se fueron.

Llegaron a Canaam y contaron a Jacob la historia y le dijeron: “Si no dejas ir con nosotros a Benjamín, no nos podremos presentar ante el que gobierna Egipto. Deja ir a Benjamín. Yo te respondo por él. A mí me pedirás cuenta de todo lo que a él le pase. Si no te lo devuelvo, yo seré culpable delante de ti por toda mi vida. Si no vamos a Egipto, moriremos de hambre. Se fueron a Egipto. Cuando llegaron donde José y, éste vio que allí venía Benjamín, mandó preparar un gran almuerzo. Al ver a Benjamín sintió una gran emoción y se retiró aparte para llorar.

Para el almuerzo, José señaló a cada uno su puesto en orden de mayor a menor y ellos se admiraban de esto. A Benjamín mandó servirle una comida mucho mejor que a los demás. Les preguntó por su padre y por su tierra. A Benjamín le dijo: “Que Dios te bendiga”.

Después a sus obreros ordenó que en el costal de Benjamín echaran la copa de plata del gobernador. Al amanecer se despidieron y empezaron el viaje de regreso. Pero muy poco después los alcanzaron los hombres de José diciéndoles: “¿Qué han hecho ustedes? ¿Por qué han pagado el bien con el mal? ¿Por qué se han robado la copa de plata del gobernador?” Y ellos contestaron: “¡Jamás haríamos tal cosa!” Si volvimos de Canaam a devolver el dinero que iba en los costales, ¿cómo íbamos a robar la copa de plata del gobernador? SI A ALGUNO DE NOSOTROS LE ENCUENTRAN LA COPA, ¡QUE MUERA! Bajaron los costales de trigo y en el costal de trigo de Benjamín encontraron la copa de plata. Todos rasgaron sus vestidos en señal de angustia. Y regresaron a la ciudad.

Cuando Judá y sus hermanos llegaron nuevamente se inclinaron delante de José hasta tocar el suelo con la frente. El les dijo: “¿Qué es esto que han hecho?” Judas contestó: “¿Qué hemos de decir? ¿Y qué podremos presentar de prueba que somos inocentes de delito? Dios ha encontrado la maldad en nosotros y por eso nos envía este sufrimiento. Aquí estamos. Nos quedaremos todos prisioneros”.

José dijo: “De ninguna manera. El único que se quedará prisionero es el que tenía la copa. Los demás pueden volver a su tierra”. Juda se acercó y le dijo: “Ruego, Señor, que me permita decirle algo y no se enoje por ello. Tenemos un padre muy anciano y este niño es el único que le queda de la misma madre, pues el otro hermano desapareció. Él lo ama mucho y antes de partir nos dijo: “Si a mi hijo le pasa algo, ustedes tendrán la culpa de que este viejo se muera de tristeza”. Si este joven no regresa con nosotros, nuestro padre morirá a no verlo llegar. Por eso yo le pido, por favor, que me permita quedarme como prisionero en lugar del joven porque yo me hice responsable que volvería”.

José ya no pudo contenerse y se puso a llorar tan fuerte que hasta los que estaban afuera le escuchaban. Y gritó: ¡Yo soy José! ¿Vive mi padre todavía?” Sus hermanos estaban tan asustados que no podían decir una palabra. Entonces José les dijo: “¡Acérquense! Yo soy José, su hermano. No tengan miedo, por el bien de todos me envió Dios a Egipto. José abrazó a su hermano Benjamín y comenzó a llorar de emoción. También Benjamín lloraba. Luego José besó a todos sus hermanos y lloró al abrazarlos.

Supo el Faraón la noticia de que los hermanos de José habían venido y se alegró y dijo a José: “Que regresen a la tierra de Canaam con animales de carga y carros y se traigan a su padre y a toda su familia y yo les daré la mejor tierra de Egipto. José les dio alimentos y vestidos, diez mulas cargadas de regalos para Jacob. José al despedirlos les dijo: “No vayan a pelear por el camino”. Digan a mi padre: “Ven a verme. No tardes”.

Cuando los hermanos llegaron a Canaam y le contaron a Jacob que José vivía y era el que gobernaba Egipto, exclamó: “Me basta saber que mi hijo José vive. Iré y lo veré antes de morir”. Jacob se puso en camino hacia Egipto. Partió con toda su familia, unas 70 personas, con todo lo que poseía. Por el camino ofreció sacrificios al Señor.

José estaba esperándole en el límite del país con una carroza. Cuando se presentó delante de su padre lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro. Y Jacob exclamó. “Después de haberte visto personalmente y haberte encontrado vivo, ya puedo morirme en paz”.

José llevó también a su padre al Faraón. Este le dijo: “¿Cuántos años tienes?” Y Jacob respondió: “130 años y han sido muy duros”. Y les dio terrenos en la mejor región de Egipto. Los israelitas llegaron a ser muy numerosos y ricos en Egipto.