Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Palabra del Señor.

Cuidado con las apariencias:
Jesús lo dijo sin rodeos: hay lobos disfrazados de ovejas. A veces uno confía demasiado rápido en quien habla bonito o sonríe siempre. Pero, en la parroquia y en casa, aprendemos que no basta la sonrisa, sino que la coherencia sostiene la verdad. Hoy más que nunca, entre reuniones de comunidad y asambleas de movimientos apostólicos, conviene recordar que no todo lo que brilla viene de Dios.
Los frutos no mienten:
Si algo tiene la vida cotidiana es que revela quién es quién. Un árbol bueno, aunque pase por sequía, sigue dando fruto a su tiempo. Así pasa con quien camina de la mano de Jesús: su paciencia es firme, su palabra es mansa y su ayuda desinteresada. En cambio, quien finge bondad, pronto deja ver la amargura o el interés escondido. Observemos, entonces, las obras, más que las promesas.
Discernir para proteger la comunidad:
En toda parroquia surgen ideas nuevas, grupos nuevos, líderes que entusiasman. Pero el Evangelio de Mateo enseña a mirar con prudencia: ¿qué frutos deja esta persona?, ¿divide o une?, ¿acerca a Jesús o genera confusión? En la familia, igual: un consejo que no construye, mejor se revisa antes de seguirlo. Discernir juntos evita tropiezos.
La humildad como brújula:
Los árboles cargados bajan sus ramas. Así también las personas humildes no presumen de lo que hacen, sino que dejan hablar a su servicio. En los movimientos apostólicos, se reconoce enseguida a quien trabaja por amor y no por fama. Jesús, con su ejemplo, enseñó a servir sin esperar nada a cambio, ni siquiera un aplauso.
Un llamado a podar lo que no sirve:
Cada uno de nosotros tiene ramas secas: palabras hirientes, actitudes orgullosas, juicios rápidos. Para dar buenos frutos, es necesario podar. La confesión, la oración sincera y el consejo fraterno son tijeras suaves que renuevan el corazón. Solo así la comunidad florece y se vuelve un testimonio vivo de esperanza.
Mantener la mirada en Jesús:
Frente a tanta voz, noticia o discurso que circula, la única voz segura es la de Jesús. Él no engaña. Su palabra anima, corrige y abraza. Quien se alimenta de su mensaje no teme a los lobos disfrazados: los reconoce y camina firme. Hoy, más que nunca, es urgente abrir el Evangelio, escucharlo en silencio y dejar que transforme lo seco en fruto abundante.
Meditación Diaria: Hoy el Evangelio nos enseña a ser atentos y vigilantes, pero no desconfiados de todo. Jesús nos invita a mirar los frutos de cada persona y de cada acción. En la parroquia, en casa o en los grupos apostólicos, seamos sembradores de obras buenas, sin esperar reconocimientos. Que nuestra palabra esté siempre respaldada por un testimonio transparente, que sane heridas y construya puentes. Pidamos tener ojos para descubrir lo bueno en los demás y también valentía para cortar de raíz lo que daña. Al final del día, lo que cuenta no es cuántas palabras dijimos, sino cuántos gestos de amor y servicio dejamos sembrados en los corazones que Dios puso a nuestro lado.