Cuando Dios ya pasó y no lo vimos

Cuando Dios ya pasó y no lo vimos

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):

Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor.

Cuando las preguntas no son curiosidad, sino camino:

En el pasaje de Mateo 17,10-13, los discípulos no preguntan por simple interés intelectual. Preguntan porque algo no les encaja. Han visto a Jesús transfigurado, han escuchado la voz del Padre, y aun así siguen cargando ideas aprendidas, expectativas heredadas, explicaciones que no terminan de sostener la vida. Eso nos pasa también a nosotros. En la parroquia, en el trabajo pastoral, en los movimientos apostólicos, repetimos frases que “siempre se han dicho”, pero que ya no iluminan del todo la realidad concreta de la gente que acompaña.

Elías ya vino, pero no como lo esperaban:

Jesús les dice algo desconcertante: Elías ya ha venido y no lo reconocieron. No llegó con gestos grandiosos ni con poder visible, sino desde la sencillez, desde la palabra firme, desde la incomodidad que provoca quien llama a la conversión. Ahí hay una clave para la vida diaria. Muchas veces esperamos que Dios actúe de manera espectacular, cuando en realidad se nos presenta en personas concretas, en catequistas cansados pero fieles, en líderes comunitarios que sostienen procesos silenciosos, en alguien que nos dice una verdad que preferiríamos no escuchar.

Reconocer a Dios en lo cotidiano:

En la comunidad, reconocer la acción de Dios exige atención y humildad. Jesús señala que Juan el Bautista cumplió la misión de Elías, pero fue rechazado. Hoy también se rechazan voces que llaman a revisar actitudes, a cambiar dinámicas cómodas, a servir sin protagonismo. En la parroquia esto se nota cuando cuesta abrir espacios nuevos, cuando se apaga el entusiasmo de los jóvenes o cuando se descuida al que no encaja del todo. Dios sigue hablando, pero no siempre por los caminos que nos resultan familiares.

Cuando Jesús corrige sin humillar:

Jesús no ridiculiza la pregunta de los discípulos. Los acompaña, les explica, les abre el horizonte. Así debería ser nuestro estilo pastoral y comunitario. En el trabajo apostólico no se trata de imponer respuestas rápidas, sino de ayudar a leer la vida a la luz del Evangelio. Escuchar antes de corregir. Acompañar procesos, aunque sean lentos. Jesús muestra que la verdad se ofrece con paciencia, no con dureza, y que enseñar también es caminar junto al otro.

Una fe que aprende a mirar distinto:

Este Evangelio nos invita a afinar la mirada. A no esperar señales extraordinarias para creer que Dios está actuando. En la familia, en el barrio, en el servicio comunitario, hay pequeños signos del Reino que pasan desapercibidos si estamos distraídos. Jesús nos recuerda que el camino de Dios suele ser más sencillo de lo que imaginamos, pero también más exigente, porque nos pide cambiar la forma de entender y de vivir.

Meditación Diaria: Hoy el Evangelio nos invita a revisar cómo miramos la acción de Dios en nuestra vida. Jesús nos recuerda que muchas veces esperamos respuestas claras, señales evidentes, cuando el Señor ya ha pasado por nuestra historia de maneras discretas y profundas. Este pasaje nos anima a reconocer la voz de Dios en lo cotidiano, en las personas sencillas, en quienes nos llaman a vivir con mayor coherencia. En la parroquia y en la comunidad, esta palabra nos impulsa a escuchar más, a acompañar mejor y a no desanimarnos cuando el bien no es reconocido de inmediato. Dios sigue actuando, incluso cuando no coincide con nuestras expectativas. Pedimos hoy la gracia de tener un corazón atento, capaz de descubrir a Jesús presente en los pequeños gestos, en el servicio constante y en la fidelidad silenciosa que transforma la vida desde dentro.