Cuando lo pequeño se vuelve grande

Cuando lo pequeño se vuelve grande

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,11-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.

La grandeza que pasa desapercibida:

Hay palabras de Jesús que nos detienen en seco, y esta es una de ellas. Hablar de Juan como “el más grande nacido de mujer” nos hace pensar en la manera en que solemos medir la grandeza: logros visibles, reconocimiento, resultados. Sin embargo, Jesús añade un giro inesperado: incluso el más pequeño en el Reino es más grande que él.
Esto nos pone frente a una enseñanza diaria: la verdadera grandeza no siempre se nota. En la parroquia, en los grupos apostólicos, en la comunidad, hay personas que casi nadie observa, pero sostienen mucho más de lo que imaginamos. Esa señora que llega temprano a encender las luces del templo, el joven que acomoda las sillas sin esperar aplausos, el vecino que se ofrece a llevar a alguien al hospital. Jesús nos recuerda que el Reino no crece con gestos ruidosos, sino con la sencillez de quienes viven su fe sin protagonismos.

Escuchar lo que no siempre queremos oír:

Jesús cierra con una frase que no busca adornos: “El que tenga oídos, que oiga.” No es un regaño, sino una invitación a una escucha más fina. En el trabajo pastoral suele pasar que escuchamos lo que nos conviene, o lo que confirma lo que ya pensábamos. Pero la voz de Dios aparece también en lo que nos incomoda.
Cuando alguien en la comunidad nos plantea una necesidad que no habíamos considerado, cuando un voluntario se atreve a decir que está cansado, o cuando una familia cuenta algo que nos cambia los planes… ahí también suena la voz del Señor. Escuchar bien, con calma y sin defensas, es parte esencial del servicio. No se trata de ceder en todo, sino de abrir la puerta a la posibilidad de que Dios esté hablando donde menos esperábamos.

El Reino que crece sin imponerse:

Aunque el texto menciona que “el Reino sufre violencia”, Jesús no nos invita a pelear nada, sino a comprender que siempre habrá tensiones, resistencias, malentendidos. Quien sirve en la parroquia lo sabe bien: se planifica una actividad y aparece un obstáculo; se quiere trabajar un proyecto y surgen desacuerdos; se habla de cambio y se siente miedo.
El Reino no se impone. Se propone. Se acompaña. Se conversa. Crece de forma paciente, como quien siembra sabiendo que no controla el clima. En los movimientos apostólicos pasa igual: lo que da fruto no es la prisa, sino la constancia y la capacidad de dejar que Dios marque el ritmo. No hace falta forzar nada; basta caminar con confianza.

El compromiso cotidiano:

Si Jesús señala a Juan es porque su vida fue coherente. No perfecta, pero sí entregada. Eso mismo se pide hoy: coherencia en lo ordinario. Preparar una reunión sin caer en discusiones innecesarias, visitar a un enfermo aunque uno llegue cansado, animar a un grupo que perdió impulso, acompañar a alguien sin juzgarlo.
La santidad no aparece de golpe. Se construye como se construyen las comunidades: paso a paso, conversación tras conversación, gesto tras gesto. Aunque nadie lo vea, Jesús sí.

La mirada amplia:

Finalmente, Jesús nos invita a ver la historia con un horizonte mayor. Juan enlaza profetas y promesas; nosotros enlazamos parroquia, familia, trabajo y comunidad. Nada está aislado. Lo que somos en casa afecta nuestra misión; lo que vivimos en la comunidad marca nuestro día laboral. Jesús quiere un corazón unificado, no dividido en compartimentos.

Meditación Diaria: Hoy podemos quedarnos con una imagen sencilla: la de un Reino que crece en lo oculto y en lo cotidiano. Jesús nos recuerda que la verdadera grandeza está en la humildad de quienes sirven sin buscar reconocimiento. Vale la pena mirar alrededor y descubrir cuántas personas silenciosas sostienen nuestra comunidad y nuestro camino espiritual. La invitación de hoy es a escuchar mejor: a Dios, a los demás y también a lo que ocurre dentro de nosotros. Cuando alguien nos comparta algo inesperado, en vez de reaccionar rápido, intentemos recibirlo con calma y apertura. Que este día sea una oportunidad para vivir con una coherencia tranquila, sin forzar nada, confiando en que Jesús acompaña cada paso. Y que podamos reconocer, sin miedo, que lo pequeño tiene un valor enorme en el Reino.