El arte de renovarse sin perder el alma

El arte de renovarse sin perder el alma

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,33-39):

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»
Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»
Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo.»»

Palabra del Señor.

El vino nuevo y lo que no cambia:

A veces, en nuestras parroquias y comunidades, seguimos haciendo todo “como siempre”, porque así nos enseñaron o porque así funcionó alguna vez. Jesús, con la ternura de quien conoce el corazón humano, nos invita hoy a mirar con ojos nuevos. No para despreciar lo que es antiguo, sino para permitir que lo nuevo de Dios encuentre un lugar donde pueda fermentar sin estallar.

Este evangelio parece sencillo, pero habla de algo que duele: los cambios. Cambiar estructuras, cambiar formas de hacer, cambiar prioridades. ¿Y si en vez de seguir insistiendo con los mismos métodos para evangelizar a los jóvenes, probamos algo diferente? ¿Y si en lugar de pedir que la gente vuelva al templo, salimos nosotros al encuentro con un termo de café y una sonrisa en la plaza?

Ayuno, fiesta y discernimiento:

Jesús no dice que el ayuno sea malo. De hecho, lo valora, pero sabe leer el momento. En la vida espiritual, no todo aplica en todo tiempo. A veces toca llorar con los que lloran, otras veces celebrar con los que celebran. En las comunidades apostólicas, discernir el tiempo oportuno es esencial: no podemos imponer el silencio cuando el pueblo necesita cantar, ni empujar la alegría cuando hay duelo en la casa.

Quizás estamos tan ocupados repitiendo devociones, que no escuchamos el clamor del vecino sin empleo. Tal vez ayunamos de comida, pero no de murmuración. Esos detalles hacen la diferencia en la vida parroquial: no basta con hacer lo que parece correcto, hay que hacerlo con el corazón puesto en Jesús.

Odres nuevos para el vino del Reino:

La frase “vino nuevo en odres nuevos” no es una consigna modernista, sino un principio profundo del Evangelio. El Reino de Dios no cabe en esquemas oxidados. Si queremos que la alegría del Evangelio toque vidas hoy, necesitamos creatividad, apertura y humildad. Porque a veces el “odre viejo” somos nosotros mismos, con nuestras rigideces, miedos o frases hechas.

¿Y si ese grupo pastoral que nunca se renovó comienza a abrir espacio a nuevas voces? ¿Y si damos lugar a que los laicos propongan sin que los mandemos a callar con la frase: «eso no se hace así”? La novedad del Reino no es solo litúrgica o tecnológica: es una actitud del alma.

El sabor del vino antiguo:

Jesús cierra con una afirmación que no condena lo antiguo: “el añejo es mejor”, dice alguien que ha probado el vino guardado. No se trata de desechar las tradiciones. Lo que Él pide es que no mezclemos sin pensar. Hay celebraciones y modos de hacer que tienen un peso histórico, que sostienen a muchos. Pero eso no debe impedir que otros experimenten lo nuevo. Podemos tener ambas cosas: la misa del sábado con cantos tradicionales, y la del domingo por la tarde con guitarras y participación juvenil.

No se trata de elegir entre uno u otro. El vino nuevo y el vino añejo pueden coexistir… si sabemos dónde ponerlos.

Meditación Diaria: Hoy Jesús nos recuerda que cada tiempo tiene su gracia, y que el discernimiento es clave en la vida comunitaria. No podemos ser odres viejos que revientan ante lo nuevo que Dios quiere hacer. Tampoco podemos olvidar lo hermoso y sabio que hay en lo que nos fue legado. Se nos invita a vivir abiertos al Espíritu, que sopla donde quiere, y a no tener miedo de adaptar nuestros caminos, estructuras o modos de acompañar a los demás. El Evangelio no envejece, pero sí pide corazones dispuestos a renovarse. Que este día nos encuentre atentos al vino nuevo que el Señor quiere derramar entre nosotros.