Descubre la historia de las Siervas de María, fundadas en 1851 por Santa María Soledad Torres Acosta. Con 174 años de dedicación, estas religiosas han llevado consuelo y cuidado a los enfermos en 22 países, incluyendo Puerto Rico. Su misión, inspirada en las palabras de Jesús, es un faro de esperanza y caridad, demostrando que la fe se vive en el servicio a los más vulnerables. Conoce su legado de amor incondicional y su compromiso con los que sufren.

En el corazón de la Iglesia, hay historias de fe, dedicación y servicio inquebrantable que resplandecen a través de los siglos. Una de ellas es la de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, una congregación religiosa que este año celebra un hito significativo: 174 años de fundación. Fundadas el 15 de agosto de 1851 en Madrid, España, por la visionaria y santa María Soledad Torres Acosta, estas religiosas han llevado el consuelo y la atención a los enfermos por todo el mundo, cumpliendo el mandato de Cristo de «curar a los enfermos y anunciar el reino de Dios» (Lucas 9:2).
La historia de las Siervas de María es una oda a la caridad y la perseverancia. Su fundadora, Soledad, nacida en 1826, sintió un llamado profundo a servir a los más vulnerables. En una época de grandes necesidades sociales, especialmente entre los enfermos que carecían de cuidados adecuados, Soledad y un pequeño grupo de mujeres valientes se unieron para ofrecer atención domiciliaria. Su misión era simple pero revolucionaria: ir a los hogares de los enfermos, cuidarlos y acompañarlos, especialmente por la noche, sin distinción de clase social. Este servicio, a menudo invisible y agotador, se convirtió en el pilar de su carisma. «No he venido a ser servido, sino a servir» (Mateo 20:28), una máxima que guía cada paso de estas incansables religiosas.
Un Carisma que Trasciende Fronteras:
El éxito de las Siervas de María no se mide en monumentos o riquezas, sino en la innumerables vidas que han tocado y sanado a lo largo de 174 años. Su mayor logro es la expansión de su carisma, que ha florecido en un vasto jardín de caridad por el mundo. La congregación se ha establecido en 22 países, abarcando Europa, América, África y Asia. Su presencia es un faro de esperanza en naciones como Italia, Francia, Portugal y Reino Unido; en el continente americano, desde Estados Unidos hasta Argentina, pasando por México, Brasil, Colombia y Perú. También están presentes en países de África como Camerún y Guinea Ecuatorial, y en Asia, en las Filipinas.
La expansión de la congregación fue una respuesta natural a las necesidades del mundo, pues su servicio es un eco del mensaje de Jesús: «Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me acogiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a mí» (Mateo 25:35-36). Cada fundación de una nueva casa de Siervas de María es un testimonio vivo de este pasaje, un compromiso renovado de estar al lado de los que sufren.
El trabajo de estas hermanas es multifacético. Aunque su carisma principal es el cuidado domiciliario, muchas de ellas trabajan en hospitales, dispensarios, residencias para ancianos y centros de atención. Su labor no se limita a la atención física; es una atención integral que incluye el apoyo espiritual y emocional, reconociendo en cada enfermo la imagen de Cristo. La fe, la oración y la comunidad son el sustento que les permite seguir adelante, sirviendo con alegría incluso en las situaciones más difíciles.
La Presencia de las Siervas de María en Puerto Rico:
La historia de las Siervas de María en Puerto Rico es un capítulo especial dentro de su legado global. Su llegada a la isla, el 5 de enero de 1887, marcó el inicio de una profunda relación de servicio y amor. Fue el Obispo Benito Mariano Rodríguez González quien, reconociendo la urgencia de atender a los enfermos desamparados, solicitó su presencia. Con gran valentía, un grupo de hermanas llegó a San Juan para establecer la primera casa en el antiguo Hospital de la Concepción al lado del PalaciodeSantaCatalina.
Desde entonces, la congregación ha extendido su presencia a lo largo de la isla, estableciendo casas en ciudades como Ponce (1891), 1954 el noviciado Mayagüez (1897), Río Piedras orfanato de La Protectora (1897-1911), Caguas – Gurabo(1961) y Arecibo, Hospital La Montserrate (1891-1898) Casa nueva (1974) Aguadilla (1898-1906) Aibonito (1964-2024). Cada una de estas fundaciones se convirtió en un centro vital de atención a los enfermos, ofreciendo consuelo, cuidados y esperanza. En Puerto Rico, las hermanas han sido testigos y protagonistas de la historia social y médica, adaptándose a los desafíos de los tiempos, desde epidemias hasta desastres naturales, siempre con el mismo espíritu de servicio.
Su labor en la isla ha dejado una huella indeleble. «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mateo 25:40), este versículo resuena en cada noche de vigilia al lado de un enfermo, en cada palabra de aliento, en cada acto de caridad realizado por las Siervas de María en Puerto Rico. Más allá de la atención médica, las hermanas ofrecen una presencia que tranquiliza y acompaña, recordando a los enfermos que no están solos en su sufrimiento. Su presencia es un bálsamo para el alma de quienes, por su enfermedad, se sienten aislados.
Un Legado de Fe y Futuro:
La celebración de los 174 años de las Siervas de María es más que un simple aniversario; es una oportunidad para reflexionar sobre el profundo impacto de su vocación. La figura de Santa María Soledad Torres Acosta, canonizada por el Papa Pablo VI en 1970, sigue siendo una fuente de inspiración y un recordatorio de que la santidad se encuentra en el servicio humilde y desinteresado.
En un mundo que a menudo valora la eficiencia sobre la compasión, el trabajo de las Siervas de María nos invita a reconsiderar nuestras prioridades. Nos recuerdan que el cuidado del prójimo es una de las expresiones más auténticas de la fe. Su futuro es tan prometedor como su pasado, ya que el llamado a servir a los enfermos nunca pierde su relevancia. A medida que la congregación avanza en su tercer siglo de existencia, su misión sigue siendo la misma: llevar el amor de Dios a través de un servicio concreto y cercano a aquellos que sufren. Es un legado que se construye día a día, con la misma fe y valentía que inspiró a su fundadora hace 174 años.
La labor de las Siervas de María es un testimonio de la verdad de la Palabra de Dios, un ejemplo vivo de la caridad cristiana. Su historia nos desafía a todos a mirar a nuestro alrededor, a encontrar a los «más pequeños» y a servir con el mismo corazón de Jesús. Por 174 años y más allá, que su servicio siga siendo una luz para todos aquellos que están en la oscuridad del sufrimiento y la enfermedad.
En estos primeros años de este tercer milenio, pidamos con insistencia que esos brotes de santidad como el de la venerable madre Soledad Sanjurjo Santos haga florecer de vocaciones al Instinto y que estas dos Soledades (Torres Acosta y Sanjurjo Santos) unidas a la de la Virgen y Madre Santa María, florescan en nuestra tierra con frutos de eternidad para mayor Gloria de Dios y bien de su Iglesia.