Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,12-14):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Introducción: El Mensaje de Jesús:
El pasaje del Evangelio según San Mateo nos presenta una poderosa metáfora utilizada por Jesús: la parábola de la oveja perdida. Esta simple historia revela profundas verdades sobre el amor, el cuidado y la importancia de cada individuo en la comunidad.
La Parábola en Nuestro Contexto Diario:
En nuestra vida cotidiana, esta parábola nos enseña a valorar a cada persona. Como miembros de una sociedad, a menudo nos centramos en la mayoría, olvidando a aquellos que están marginados o perdidos. Jesús nos recuerda que cada individuo tiene un valor incalculable.
Aplicación en el Trabajo Parroquial:
En el contexto de nuestra parroquia, esta enseñanza cobra una relevancia especial. Nos desafía a buscar activamente a aquellos que se han alejado de la comunidad, ofreciéndoles nuestro amor y apoyo. Se trata de crear un espacio acogedor donde todos se sientan valorados.
Influencia en los Movimientos Apostólicos:
Dentro de los movimientos apostólicos, la parábola nos inspira a ser misioneros compasivos. No solo se trata de predicar, sino de escuchar y entender las necesidades de cada persona, especialmente de los más vulnerables.
Conclusión: Un Llamado a la Acción:
La parábola de la oveja perdida es un llamado a la acción para todos nosotros. Nos invita a ser pastores en nuestro propio entorno, buscando a los perdidos, cuidando de los olvidados y amando a cada persona como si fuera la única. En este acto de amor incondicional, reflejamos verdaderamente el corazón de la enseñanza de Jesús.
Este mensaje de Mateo nos lleva a reflexionar profundamente sobre nuestra actitud hacia los demás y nos desafía a ser más inclusivos, compasivos y activos en nuestra fe. Al aplicar estas lecciones a nuestra vida diaria, podemos transformar nuestras comunidades y ser un reflejo del amor de Dios en el mundo.