Jacob murió de 147 años y su cadáver fue embalsamado y llevado por José a la tierra de Canaam, cerca donde estaban enterrados Abraham, Isaac y Raquel.
Murió José y todos sus hermanos y los israelitas se multiplicaron mucho y llegaron a extenderse por muchas partes de Egipto.
Un nuevo rey o faraón gobernó a Egipto. Este no sabía nada de José y dijo a su pueblo: “Los israelitas están llegando a ser un pueblo mas numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose”.
Y los obligaron a trabajos muy duros, en la edificación de nuevas ciudades. Pero mientras más los oprimían, más crecían y se multiplicaban. Los egipcios trataron cruelmente a los israelitas haciéndolos esclavos, les amargaron la vida con duros trabajos.
El faraón dio orden a las parteras egipcias que ayudaban al nacimiento de los niños israelitas con estas instrucciones: “Si es niño háganlo morir y si es niña déjenla con vida”.
Pero las mujeres no obedecieron estas instrucciones del Faraón y Dios les concedió por esto numerosa descendencia también a ellas. Entonces el Faraón dio esta oren: “Todo varón israelita que nazca será echado al río”.